Tres de los principales e históricos autores del carnaval de Cádiz
Fueron autores que transformaron e innovaron cada uno en su modalidad, dandole un giro importante al desarrollo del carnaval, con el aporte de innumerables conjuntos que hicieron historia.
Antonio Rodriguez Martinez EL TÍO DE LA TIZA
Francisco Alba Medina
Rodríguez Martínez “El Tío de la Tiza”, es uno de los tres pilares más importantes del Carnaval de Cádiz junto a Manuel López Cañamaque y Francisco Alba Medina “Paco Alba”. Sus comienzos en el Carnaval datan de 1885, cuando escribe y compone para la agrupación “Escuela Taurina”. Le seguiría “Los Magistrados” 1886, “Los Viejos Cooperativos” en 1887...
Manuel López Mañaque
Manuel López Cañamaque, es el clásico por excelencia del Carnaval de Cádiz, es el Cervantes carnavalesco. Es junto Agustín González, Antonio Martín García y Juan
Rivero Torrejón, el autor más prolífico del carnaval gaditano, llegando a escribir hasta ocho agrupaciones en 1935. Había nacido en Cádiz el 6 de mayo de 1882, en el número 28 de la calle Pasquín. Desde pequeño sintió una gran inclinación por la música, quizás
influenciado por los tangos alegres del Tío de la Tiza. Su padre le regaló una bandurria, instrumento que llegaría a tocar en la estudiantina del Centro Obrero de la Compañía Trasatlántica, dirigida por el profesor de violín D. Antonio Rivas Ruiz, donde alcanzó un gran dominio de la misma.
Francisco José María del Sagrado Corazón de Jesús Alba Medina nació en Conil de la Frontera el día 23 de Abril de 1918, concretamente en la casa nº 1 de la calle Padre Caro (dicha casa fue en el siglo XIX de D. Francisco Manuel Borrego alguacil mayor de la villa),
hijo de Francisco Alba Romero y Josefa Medina Zara (en partida de bautismo de su hijo Paco, aparece el apellido Zajara). Era el benjamín de seis hermanos. Su afición a la música le venía de familia, ya que casi toda ella, se integraba en la pequeña banda de música de Conil. En dicha banda, tocaban además de su padre, dos tíos y cinco primos hermanos. Fue dirigida hasta su desaparición, al final de la República, por un tío suyo. Casi toda la familia conocía el solfeo, aunque muy elemental. Paco decía “a palo seco”.